Adicciones, obsesiones y placeres.

Revisar el celular cada minuto, hacer ejercicio físico compulsivamente, trabajar sin descanso o comprar sin medida son conductas adictivas.

Toda adicción esconde una gran insatisfacción. Cuando una persona necesita “llenar” una carencia profunda con elementos externos, logra evadir su vacío interno, pero de manera transitoria. Por este motivo, recurre una y otra vez a aquel elemento que le satisface para generar una descarga de endorfinas que le produzca placer y entrar en el círculo de la adicción.

Cuando hablamos de “elementos externos” no nos referimos exclusivamente a drogas o alcohol. Hablamos de hábitos cotidianos socialmente aceptados como ir de compras, usar el celular, comer o ir al gimnasio. ¿Cuál es el problema? El exceso.

“El juego problemático, las relaciones sexuales descontroladas o las compras compulsivas aumentan la dopamina en el cerebro como lo haría el consumo de sustancias psicoactivas, llevando a una sensación de euforia”.

Una persona con predisposición a la adicción desarrollará con más facilidad una dependencia a estas conductas porque sus impulsos se saldrán de control y necesitará repetir constantemente aquel comportamiento que le genera placer. La personalidad adictiva se ve marcada por factores psicosociales. “Si en la familia existe un historial de adicción, es importante vigilar; pero también cuenta el entorno, los patrones de comportamiento aprendidos y la cultura”.

Cuando hay un malestar emocional por soledad, aburrimiento o incluso, agresividad, una personalidad adictiva tenderá a aliviarlo llenando el tiempo de actividades: trabajar, comprar, ejercitarse, mirar continuamente las redes sociales, etc.

La adicción conductual también se relaciona con algunos patrones de comportamiento que, por lo general, pasan inadvertidos por la persona afectada pero que sí son visibles para sus familiares más cercanos:

  • Incapacidad de terminar proyectos o cumplir compromisos. La personalidad adictiva se caracteriza por una ansiedad por hacer muchas cosas en poco tiempo y, por tanto, pierde rápidamente el interés por terminar lo que empieza.
  • Dificultad para acatar normas. ¿Por qué hay que poner límites a la diversión?
  • Mentiras cada vez más complejas. Como sucede con cualquier adicción, a la persona le costará admitir que tiene un problema y simplemente, mentirá sobre sus motivaciones o sobre el tiempo que dedica a una misma actividad, para evitar que la cuestionen.
  • Visión poco realista de sí mismos. Como no aceptan que tienen un problema, estas personas se sienten muy afectadas por las críticas externas y se muestran indignadas por la imagen que los demás tienen de ellas.
  • Aburrimiento constante. Se sienten insatisfechas constantemente. Nada les consuela o les llena tanto como una actividad compulsiva. No tienen paciencia y se desesperan con facilidad.
  • Búsqueda de adrenalina. La personalidad adictiva renegará de personas tranquilas o excesivamente organizadas. Prefiere el caos y, en esa medida, busca  personas que le ofrezcan emociones intensas y relaciones pasajeras.
  • Excesos sin medida. Lo normal no es aceptable. Los límites no son deseables. Una personalidad adictiva buscará beber más, comer más, gastar más, jugar más, trabajar más… En resumen, todo lo que se pueda considerar excesivo.

Para una persona no adicta es fácil juzgar este comportamiento y plantear la solución más sencilla: “que deje de jugar con fuego y pare de una vez“. Sin embargo, es más complejo.

“La sociedad no adicta piensa que estas personas no se recuperan porque no quieren o no les gusta. Al principio ejecutar la conducta adictiva les genera placer, pero después éste se convierte en placer negativo, algo incómodo que no disfrutan. Se sienten mal, pero al mismo tiempo no pueden vivir sin ello porque sienten que hay una fuerza interior que los obliga, una más grande que ellos mismos”.

De manera que, una vez reconocido el problema, el siguiente paso es buscar ayuda profesional. Una persona con una adicción conductual difícilmente frenará por sí misma, porque tendrá la tendencia a reincidir en la misma adicción o en otra más peligrosa.

La Terapia Psicológica consistirá en encontrar la carencia profunda que impulsa a la persona a llenarla de cualquier manera y ayudarla a buscar satisfacción en su propio bienestar y no en factores externos; porque el mayor riesgo que se corre con esta personalidad es que se cambie una adicción por otra.

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